1.9.09

urraca tejedora

Cae la tarde y las urracas pueblan el aire con su indescifrable coreografía: una trenza de hilos negros y blancos que vela o resalta la luz, según el dictado de sus alas y el deseo de quien las mira tras la ventana. En esa red que filtra el último resplandor del día brillan unas pocas formas, las que merecen salvarse y que las urracas esconden luego en sus nidos, como joyas baratas o cuentas de vidrio. En esos nidos están nuestras memorias, las palabras que dijimos y nos dijeron, los gestos que resumen nuestro tiempo, en esos nidos que sólo descubriremos cuando sea tarde y nada importen la luz, la noche inminente, lo que fuimos.