8.10.09

ensayo para una huida

En esta hora dudosa que desciende
entre el azul y la ceniza,
con quietud de calina y aire
clausurado, en este jardín
de inanimadas sombras
donde la humedad sabe a tierra
y disueltos cansancios,
he dejado los ojos.

Como quien, en tierra de nadie,
acepta una tregua ficticia
y busca en el cansancio una certeza,
he mirado en penumbra
cuanto se acoge a la mirada,
cuanto sostiene inadvertido
el peso de unos ojos
que dudan e interrogan.

Conozco sus razones: son las mías.
Como yo, buscan
un espacio para el deseo,
un lugar de fugas y asombros
en la tierra de nadie
del aire. Como yo,
llegan a su destino
al demorarlo.